FECHA: 15/10/2019
RUTA: Quito (UIO) – Atlanta (ATL) – Tokio (NRT)
VUELOS: DL680, DL295
ASIENTOS: 37A/32A
NAVES: Boeing 767 300 ER/ Boeing 777 200
He pasado gran parte de 2019 planificando un viaje a Japón y finalmente, este octubre, lo pude concretar. Siempre me he sentido fascinado por este país y visitarlo ha sido una de mis metas desde la adolescencia o antes. Monitoreé pasajes por meses y Delta Air Lines me ofrecía una tarifa adecuada, además de la conexión más cómoda para recorrer medio mundo, por lo que no dudé en aprovecharla. Este es el trip report de mi primer viaje al Asia y mi primer vuelo ultra long-haul, con escala en Atlanta.
El check in
24 horas antes del viaje intenté hacer el check in online y sorprendentemente, todos mis datos ya estaban ingresados. Supongo que están registrados desde mi último viaje con la aerolínea el año pasado. Por ello, solo tuve que revisarlos y confirmar. Esto fue genial ya que, por lo general, siempre tengo problemas para registrarme en línea al viajar a los EE.UU.
Llegué al aeropuerto con un par de horas de anticipación. Había poca gente esperando en el counter y en la terminal en general. Delta tiene una fila especial para dejar la maleta para los pasajeros que ya hicieron el check in, lo que facilita todo. Entregué mi equipaje, pasé por migración sin nada de fila y todo el proceso hasta llegar a la sala de espera me tomó 15 minutos exactos. Esto me pareció algo extraño, ya que la gran mayoría de los vuelos a los EE. UU salen de Quito alrededor de la medianoche, incluyendo al mío y usualmente, el área de salidas suele tener gran actividad en estas horas. Esperé hasta el abordaje en la sala VIP del Mariscal Sucre.
UIO – ATL
Llegué a la sala de espera con el tiempo, justo cuando creí que iba a iniciar el abordaje. Sin embargo, la sala estaba repleta y el proceso se demoró alrededor de 30 minutos, con agentes que llamaban a pasajeros quienes no se presentaban, niños gritando, personas obstruyendo el paso y gente formándose mucho antes de lo indicado. Los agentes se vieron obligados a poner orden por el altavoz y pedir a los pasajeros que se sienten.
El vuelo estaba repleto y los agentes ofrecieron mandar las maletas de mano en bodega y regalar 2500 Skymiles a quienes lo acepten. Desafortunadamente, no pude aprovechar este beneficio ya que solo tenía conmigo una mochila y la iba a necesitar durante todo el trayecto.
Para mi gran sorpresa, el vuelo no fue operado por el Boeing 757 que usualmente cubre esta ruta, sino por un 767 300. Esto me pareció genial, ya que siempre prefiero los aviones más grandes y el 767 me gusta por su configuración 2-3-2, lo que hace que solo tenga un vecino al seleccionar el asiento de la ventana, que era mi caso.
La cabina de Delta es una de mis favoritas, con entretenimiento individual (es una de las pocas aerolíneas estadounidenses que aún lo mantiene), puerto USB para cargar el celular y el espacio adecuado entre asientos. Como este era el trayecto corto de mi viaje, de apenas cinco horas, lo hice en la cabina principal.
El IFE en este avión estuvo adecuado con varias opciones de películas y series, aunque la pantalla estuvo frustrantemente lenta y poco responsiva. El vuelo despegó más de 40 minutos tarde e inició con una fuerte turbulencia que duró como media hora. Por ello, el servicio inició pasada la 01:00. Las opciones fueron sándwich de pollo o plato de quesos con pavo y uvas. Escogí el sándwich con Coca Zero y café. Me encanta que Delta ofrezca café de Starbucks. Al finalizar los tripulantes ofrecieron agua.
Fue un vuelo relativamente tranquilo, con momentos esporádicos de turbulencia y llegamos 30 minutos tarde.
Algo que me parece frustrante es que al hacer escala en cualquier aeropuerto de los EE. UU, siempre se tiene que hacer migración y pasar por los controles de aduana, así se esté de tránsito únicamente. Por fortuna, el proceso fue bastante ágil y me tomó alrededor de una hora lo que, para un puerto aéreo en este país, es veloz.
Tuve una espera de alrededor de cuatro horas en Atlanta y la aproveché para pasear por sus siete terminales, conectadas por un tren. El Hearstfield Jackson es en verdad un aeropuerto gigante con Wi-Fi gratis y hay tantos restaurantes y comercios que es fácil entretenerse. Se me hizo una escala bastante corta. Algo que me encanta es el paseo peatonal que hay entre la terminal A y B.
ATL – NRT
Llegué a la puerta de embarque cuando los pasajeros ya estaban abordando. Ahora ciertos vuelos que salen desde Atlanta hacen el abordaje con facial recognition, por lo que uno solo debe mostrar el rostro a la cámara y te entregan un papel donde indica tu nombre y tu asiento.
Este trayecto de 14 horas hasta el aeropuerto de Narita lo hice en Comfort Plus, el producto Premium Economy de Delta y la diferencia es notable. Los asientos son más espaciosos, la pantalla es más grande, cada puesto cuenta con enchufe universal y te obsequian un amenity kit con una toalla húmeda, antifaz para dormir, reductores de sonido y pantuflas. Cada asiento tenía almohada y cobija.
El vuelo estuvo lleno en un 70%. Antes de despegar los tripulantes, todos japoneses, pasaron audífonos especiales por el mes del cáncer de mama. En este 777 200 la pantalla estuvo mucho más grande, responsiva, clara y contó con más opciones de series y películas. Una grata sorpresa es que el asiento del medio estuvo vacío, lo que siempre es genial, pero en este vuelo tan largo fue en verdad espléndido.
Como una hora después del despegue entregaron un menú con las opciones de comida en inglés y japonés (me encanta cuando hacen eso) junto con una botella de agua y una toalla húmeda. El primer servicio fue de bebidas y snacks. Escogí el clásico de Delta, las galletas Biscoff, con Cheeze Itz, café y Sprite.
Casi inmediatamente después, empezó el servicio de almuerzo. Opté por la opción occidental, pollo con puré de papa y ensalada. Estuvo adecuada. En las horas siguientes vi algo del IFE y dormí intermitentemente. Seis horas antes de aterrizar pasaron un tercer servicio. La única opción fue una bruschetta con bebidas y un helado Magnum que estuvo muy bien. Luego ofrecieron bebidas en dos ocasiones más.
En el transcurso del vuelo mi IFE dejó de funcionar, pero no me importó mucho, solo quería dormir. Cerca de 1:30 antes de aterrizar la tripulación pasó toallas húmedas y luego el servicio de desayuno. Una vez más, opte por la opción occidental.
Aterrizamos en Narita a eso de las 16:00, 30 minutos antes de lo programado. Los controles de migración fueron bastante rápidos y luego de deambular por el área de arribos, puede cambiar unos yenes y encontrar el tren que se dirige a la ciudad. Llegué a mi hotel en el centro de Tokio pasadas las 18:00 después de 24 horas de viaje y como 40 con el cambio de hora, perdido en el tiempo y el espacio.
Desde que volé en Delta en febrero del año pasado no he escuchado más que cosas buenas con respecto a su operación y me alegra confirmar que su estándar se mantiene. Sus pequeños detalles y amenidades son un gran plus, que mejora la experiencia. Supongo que es por ello que el USA Today y The Ponits Guy la han nombrado como la mejor aerolínea estadounidense en 2019.