Siempre que he estado en Argentina, algo que me ha parecido fascinante es lo cerca que está de Uruguay y lo sencillo que es cruzarse entre ambos países. Casi como un 2×1 si sabes cómo organizarte. En esta ocasión que estuve en Montevideo, sabía que no podía perderme esta experiencia, así sea en un trayecto inverso del que muchos hacen. Por ello, aproveché el famoso Buquebus para ir unos días a Buenos Aires.
Este ferry parte de una terminal cerca del puerto de Montevideo, se cruza el Río de la Plata y llega a Puerto Madero. El recorrido entre capitales toma alrededor de dos horas.
Había tomado este medio de transporte antes para ir de Playa del Carmen a Cozumel o el clásico de Staten Island en NYC, pero era la primera vez que cruzaba a otro país usándolo. La terminal del Buquebus es algo como mini aeropuerto, con migración, seguridad, aduanas y Duty Free. Hasta te sellan el pasaporte. Toda el área está algo vieja, pero bien conservada y tiene su encanto. La sentí muy noventera.
Tengo que decir que el ferry como tal es bastante glamoroso, con clase business, otro Duty Free dentro del barco, espacios para socializar, un hall central medio titanesco y una pequeña tienda de alimentos. El que tomé lo bautizaron como ‘Francisco’, en honor al Papa.
Fui en turista y, la verdad, estuvo muy bien. Los asientos son espaciosos, con buena reclinación y tuve toda la fila solo para mí. El área tiene grandes pantallas pero solo reproducen videos de actividades turísticas en la ciudad y descuentos en ciertos establecimientos si presentas tu pase de abordar, supongo solo para extranjeros. No había mucha gente por lo que todo el trayecto, con vistas al río fue de lo más agradable.
No había comido nada desde la madrugada que llegué por lo que fui a la tienda. Tiene opciones preparadas y una serie de snacks, aunque no mucho más. Te cobran en dólares, pesos argentinos, uruguayos o reales brasileños. Si pagas con tarjeta será en dólares. Apenas una bolsa de papas, un alfajor, un chocolate y una lata de Coca Zero me costó casi $10. Sabía que iba a ser costoso, pero no me imaginé que tanto. En fin, el hambre pudo más.
La llegada a Puerto Madero es algo que se tiene que ver, con los edificios modernos de esta zona de Buenos Aires haciéndose cada vez más grandes a lo que te aproximas. Al desembarcar, el capitán y toda la tripulación salen a despedirse, lo que me parece un gran detalle. En la terminal nuevamente tienes que hacer migración y aduana antes de salir.
En mi caso, tanto como experiencia como por el destino, hacer este paseo me pareció fantástico y totalmente recomendable. Ambas ciudades están tan cerca y es tan fácil hacerlo que tomarse unos días para una “escapada” puede ser un excelente añadido, sin importar el destino principal.